Subcontrata, el bálsamo de la felicidad

El Ayuntamiento de Madrid ha encontrado un modelo de gestión maravilloso, sencillo, efectivo y, sobre todo barato, porque a los madrileños lo que menos les gusta es ver cómo las administraciones públicas malgastan el dinero: ¡La Subcontrata!
Era un dineral lo que se gastaba en el mantenimiento de colegios y edificios públicos, en bedeles, conserjes, barrenderos y gestores culturales, para encima estar recibiendo quejas de ellos. Ahora es mucho mejor. Se saca a concurso la gestión del servicio que interese, se pone un importe máximo bastante bajo y se le adjudica al que, aun así, sea capaz de bajarlo más.
Descubrimos entonces la inutilidad de los trabajadores que antes estaban al cargo. Ahora una misma persona cubre las funciones de tres y a mitad de precio. Si los trabajadores no están conformes con sus condiciones laborales, que le lloren a su jefe, que se acabó reclamar derechos al Ayuntamiento. Un gasto menos. Si el público tiene alguna queja, que la deje por escrito, que ya se lo dirán a la empresa. Otro problema fuera.
¡Es una gestión admirable! ¡Redonda! Y sobre todo, ¡económica!
¿Alguien duda de que no se mantenga con eficiencia la atención al público? ¿Acaso alguien piensa que ha empeorado la calidad de los espectáculos que se ofrecen en los Centros Culturales de barrio? ¿Algún malpensado puede dudar siquiera sobre la calidad de los cursos que se imparten en esos mismo centros y de la formación de los profesores que los imparten? ¡El mundo de la subcontrata es maravilloso!
Lo que no entiendo es cómo no se ha extendido este excepcional tipo de gestión a las más altas cotas. ¡Subcontratemos al Alcalde! ¡Subcontratemos a la Presidenta de la Comunidad! Trabajarían por la mitad de precio y al doble de eficiencia. ¿Cómo no se les habrá ocurrido todavía?
¡Y por qué quedarse sólo en Madrid, no seamos pueblerinos! ¿Acaso el mundo no necesita una revolución así? ¡Subcontratemos a nuestros dirigentes!
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