Ladrón



En Pirineos me encontré un par de guantes perdidos en el suelo, de buena lana, pero ya algo rígida por la de tiempo que debían llevar al aire. Y me acordé que en el instituto había una chica que sabía hacer un muñeco con un par de guantes. ¿Cómo era? ¿Así? ¿Asá? ¿Guante para arriba, guante para abajo? ¿Qué tal un par de pelotas de ping-pong?

Y así salió este escurridizo personaje, el ladrón, con el que mi hija lo ha pasado divinamente.

- ¿Quieres que robe un elefante y nos damos una vuelta?
- No, no se roba, ladrón.
- Bueno, mujer, puedo robar algo chiquitito y así se nota menos. ¿Robo unas chuches y hacemos una fiestecita?
- Que no, que no hay que robar.
- Pero déjame robar algo, que llevo más de una hora sin llevarme nada.
- ¡Que no, pesado!
- ¡Ay, qué oficio más duro el mío!

Y desde entonces cada vez que perdemos un juguete o aparece algo desordenado ya sabemos con quién hablar.

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